Las peleas entre ebrios eran moneda corriente. Un ladrón que actuaba solo para estas fechas. Agua
Verano, calor, agua, lanzaperfume, carnaval, caretas, serpentinas y alcohol parecen una mezcla explosiva en el siglo XXI, y en el 2000 también... como dice el tango. En la actualidad muchas localidades de nuestra provincia organizan corsos, comparsas y bailes que atraen multitudes. “Antes”, la ciudad estaba totalmente adornada y las luces de colores enmarcaban el ambiente de la fiesta. Todos se preparaban para celebrar las carnestolendas: estaban previstos corsos en la plaza Independencia y en otros paseos públicos. Los bailes también eran una gran atracción.
Nos remontemos a 1913, cuando los corsos y juegos se realizaban en pleno centro de nuestra ciudad. Según nuestro cronista, “con regular concurrencia se jugó en los corsos de las calles Alsina (hoy Las Heras), Rivadavia y Chacabuco”. Con más precisión señaló que “el corso oficial se realizó desde la calle Alsina y San Lorenzo a Rivadavia y Corrientes”. Pese a los años y al paso del tiempo, se muestra que a los tucumanos les gusta jugar con agua. En el relato de cierre de las carnestolendas se informaba que “se jugó desmedidamente con agua sin que la policía tomara intervención alguna para hacer respetar el edicto”. Lo más curioso lo dice nuestro colega a continuación: “no pocos han sido los funcionarios de policía que se encargaban munidos de tachos con agua, de echar por los suelos la ordenanza del superior”. Además se informaba que a las 21 dio comienzo el corso “con bastante animación” y se agregaba que “se jugó moderadamente hasta las 11.20. Después de esa hora, de las aceras se arrojaba tanta agua que tuvo que suspenderse el corso”.
Carruajes
Otra situación que llamó la atención de aquel año 1913 fue la calma entre municipales y cocheros para los carnavales. Cabe recordar que aquel año comenzó con un gran paro de los propietarios de carruajes por el aumento en las patentes correspondientes, situación que se destrabó con la rebaja de la tarifa. Pero al llegar mediados de febrero y los carnavales, “han andado a sus anchas los conductores de carruajes. La comisaría municipal, a fin de no provocar un posible movimiento huelguista que podría haber interrumpido las fiestas, resolvió no decirles nada por las interrupciones del tráfico, por no guardar la izquierda, ni por llevar los faroles apagados”. Pero se señalaba también que con el final de los carnavales la “cosa cambiará” y se decía que “la venganza será terrible”. Como vemos, una disputa que aún no había concluido. “Como ninguno de los dueños de carruaje han sacado patente de parada en la plaza Independencia, los municipales tiene orden de conducirlos a la policía conforme hacen alto”, agregaba el cronista. Pero los días posteriores mostraron un poco de cordura en todos y la sangre no llegó al río.
Robo de caballos
Mientras las familias se divertían y otros se acodaban en los bares, había algunos que se dedicaban a quedarse con lo ajeno. Según el relato de nuestras páginas, en esos días “ha sido detenido un sujeto por el hurto de dos caballos”. Quizás no parezca una noticia tan transcendental, pero los robos tenían una característica peculiar. Según la crónica el detenido había sido denunciado porque “el año pasado (estamos en febrero de 1913) en los días de carnaval hurtó en Alderetes un caballo ensillado”. La policía tomó la denuncia en su momento y “buscó al supuesto delincuente y después de un tiempo de vanos empeños echó tierra al asunto”. Pero al parecer el ladrón tenía la idea fija de robar para los carnavales. “Este año el caso se repite, el ladrón se apodera de un caballo ensillado de don Juan Solórzano, quien luego de dar parte a la autoridad, emprende personalmente la pesquisa logrando encontrar al delincuente en Monteros”. Don Solórzano solicita el auxilio policial y los efectivos lo detienen y le secuestran lo hurtado. De tal manera que se recuperó el equino de Solórzano pero del de 1912 nada se supo.
Batalla campal
El alcohol, al igual que el agua, es protagonista de estas jornadas. Dice nuestra crónica que los primeros días de febrero de aquel 1912, en la esquina de “boulervard Alem y Lavalle estaba autorizada la celebración de un baile público y se produjo un descomunal desorden que degeneró en sangrienta lucha”. El resultado de la “batalla campal entre policías y beodos fueron varios heridos, la clausura del local y un sumario al organizador por infracción a la ley de descanso dominical, que prohíbe la venta de licores y otras bebidas alcohólicas”.
La gresca fue el comentario de los días posteriores. Y nuestros cronistas, por ende, se interesaron en el tema. “A consecuencia de la batalla que se entabló entre una crecidísima concurrencia y un buen número de agentes de policía y guardias especiales, el parte policial consigna que el sargento Pedro Acevedo se encuentra herido gravemente de un botellazo en la cabeza que le aplicó ‘Hueso Verde’ o Ramón Agüero, que tenía dos heridas leves en la cabeza”, relataba la crónica. La continuidad del relato manifestaba: “alrededor de las 18 encontrábanse en el local más de un centenar de personas, casi todas ellas en avanzado estado de ebriedad, entre ellos hombres, mujeres y menores de edad de ambos sexos. Por cuestiones fútiles, se suscitó un altercado entre varios beodos, extendiéndose rápidamente la discusión entre los presentes. Intervinieron entonces los agentes y guardias para sofocar el desorden, lo cual lejos de apaciguar los ánimos provocó una batalla campal donde se hizo uso de cuanto proyectil estaba a mano. Volaron copas, botellas, vasos, mesas, sillas, piedras y otra infinidad de objetos. Al restablecerse el orden, después de arduos esfuerzos, quedaron heridos el policía y su agresor, que fueron llevados al hospital Padilla. Se sabe que existen otros muchos heridos, contusos y lastimados, a quienes no fue posible aprehender en los primeros momentos que aprovecharon para desaparecer evitando la acción de la policía que, al parecer, anduvo bastante lerda en cumplir su deber”. Nadie resultó preso y los heridos se fueron reponiendo para volver a sus hogares cuando fueron dados de alta.
Las peleas también se produjeron en 1913 con golpes, heridos y contusos. El hecho más doloroso se produjo en la esquina de “boulevard Roca y Congreso” donde dos hombre se pelearon y uno quedó herido por arma blanca. De acuerdo al relato, dos sujetos, que se presumían conocidos, ya que se encontraban bebiendo juntos, “en estado de ebriedad se pusieron a discutir trabándose luego en feroz pelea”. En la continuidad del relato se informaba que “uno de ellos volteó al otro al suelo, y este desnudando un puñal, le infirió una herida en el vientre, de consideración”. La policía presente llamó a la Asistencia Pública, cuyos profesionales “le practicaron la primera cura al herido, conduciéndolo luego al hospital Padilla para su curación”. Sobre la salud del herido no se informó más, por lo que creemos que salió con bien tras varios días de internación.